Campaña por el Cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros, CIEs NO
Ocultos en los espacios más recónditos de nuestras ciudades, acechan los centros de detención de migrantes irregulares. Espacios donde se encierra a las personas por el simple hecho de no tener papeles. Espacios que intentan mostrar al mundo que no todos los hombres ni todas las mujeres son iguales en dignidad y derechos. Fábricas de miedo. Su existencia muestra la huidiza presencia de los clandestinos en la ciudad-frontera. Huyen de redadas racistas donde la Policía Nacional les detiene por su color de piel, por el hecho de no tener papeles. Huyen de ser criminalizadas.
De este modo, las personas sinpapeles quedan arrojadas a los instintos más bajos de la máquina del capital. La máquina que se sirve de ellas para mermar, hasta anular, los derechos de la clase trabajadora[1]. La denuncia de las condiciones de explotación sólo incrementará el riesgo de que aquellas personas venidas de lejos, huyendo del hambre, el despojo, la persecución, la guerra o la pobreza impuesta, sean arrojadas de nuevo -expulsión mediante- al mar de la muerte y la injusticia.
Los CIE son un eslabón en la cadena de represión contra las migraciones, que comienza con la violencia en la frontera: “que nadie venga, que nadie pase”. Prosigue con la violencia de las redadas por perfil étnico: “quien venga sin permiso será descubierto”. Continúa con el propio encierro en los CIE: “quien venga sin permiso será castigado”. Y culmina con las violentas expulsiones de los vuelos de repatriación, o vuelos de la vergüenza, cuya implacable lección pretende adoctrinar a quienes sientan la tentación de mejorar sus condiciones de vida: “arriesgarse a venir no sirve de nada, la persona que llega es descubierta, encerrada y expulsada”.
Este mecanismo de identificación, de encierro en cárceles nacidas de espaldas a la Justicia y el Estado de Derecho, y de expulsión, insiste en sumergir a las personas en el mar de la infamia y la ignominia. Pero mientras la lógica de la política de las fronteras criminaliza -con nuestros impuestos- la migración clandestina, ellas, los otros, los sinderechos, las desechables, sueñan con sobrevivir.
A pesar de ese ensordecedor silencio cómplice de una sociedad que se empeña en categorizar seres humanos, las y los internos de los CIE no están solos. A su lado alzan la voz asociaciones, movimientos sociales, algún partido o sindicato e incluso algún sector de la judicatura que claman por el cierre de estos centros.
Calificados como paraísos de la impunidad, el oscurantismo, la opacidad y la indefensión, en estos no-lugares las víctimas de violaciones de derechos fundamentales no tienen acceso al debido proceso judicial. En estos no-lugares se niega la entrada a medios de comunicación, a la Sindicatura de Greuges[2] o incluso a la propia judicatura[3]. Son lugares donde una persona no puede defender los derechos que como ser humano -con o sin papeles- le corresponden.
Son múltiples los informes de todo tipo de instancias que documentan las violaciones que tienen lugar en su interior. Se han denunciado desde condiciones estructurales humillantes y restricciones generales de derechos hasta violencia física y psicológica, abusos sexuales y otras condiciones que han dado lugar a la pérdida de vidas[4]. Son inagotables los esfuerzos personales y colectivos por cerrarlos. Tan inagotables como las estrategias políticas que intentan sustentarlos. Ahora los quieren llamar CECE (Centros de Estancia Controlada de Extranjeros) ¿Con el cambio de nombre se conseguirá borrar el estigma que los persigue? Ahora los quieren regular, ¿debemos regular aquello que nunca debió existir?
No se debe regular aquello que jamás debió existir[5]. Sólo hay un camino para luchar contra la migración clandestina y es el fin del expolio y la neocolonización. Europa no puede seguir impidiendo a los pueblos vivir de sus propios recursos. Europa no puede seguir lucrándose de los conflictos y las guerras impuestas en países vecinos. Mientras esto persista, la migración clandestina continuará: con o sin fronteras, con o sin concertinas, con o sin Frontex, con o sin Eurosur.
El ser humano luchará por sobrevivir. El camino de la resistencia apenas acaba de empezar. Así lo ha escrito la Historia. Así lo aprendemos de quienes, en sus días de encierro, nos enseñan que otro mundo es posible. Nos muestran que están dispuestas a lo que sea para que lo que les ha sucedido no vuelva a repetirse.
Noura denunció en 2010 a un policía nacional por abusos sexuales y, sin acceso al proceso, fue expulsada[6]. Youssef y Redouan denunciaron agresiones de la policía durante una huelga de hambre en el centro de internamiento de Zapadores, en protesta por la violación de sus derechos[7]. Yanira vio interrumpido su tratamiento retroviral contra el VIH y Olga Fernanda no pudo optar a la interrupción voluntaria del embarazo. A Beauty, víctima de trata, no se le permitió acceder al procedimiento de asilo ni a la protección prevista en la Ley de Extranjería.
Noura, Youssef, Redouan, Yanira, Olga Fernanda, Beauty, nos han enseñado que el derecho que no se conoce es el derecho que no se defiende y que un derecho que no se defiende es un derecho que se pierde. Todas ellas y ellos, y tantas otras mujeres y hombres, nos muestran día a día que todas las personas son iguales en dignidad y derechos. Este es el camino que, de su mano, las organizaciones sociales y activistas contra el racismo y contra la criminalización de la migración aprendemos a recorrer.
Porque ningún ser humano es ilegal. Por el fin de las redadas y los vuelos de deportación. Por el cierre sin alternativas de los centros de internamiento. Porque otro mundo es posible, urgente y necesario.
Notas
[1] La actual legislación de extranjería exige a las personas sin documentación dos o tres años de estancia irregular para poder conseguir los papeles que autorizan a residir y trabajar en el Estado español. Es el tiempo de los no derechos, donde ninguna persona denunciará las condiciones de explotación laboral a las que pueda estar siendo sometida por miedo a ser detenida o expulsada. Mientras tanto el virus de la explotación y la no exigencia de derechos a cambio de mantener un trabajo irá contagiando tanto a migrantes con papeles como a personas autóctonas.
[2] A la Sindicatura de Greuges (Defensoría del Pueblo Catalana) se le impide la entrada al CIE de Zona Franca (Barcelona). El propio Síndic (Defensor) ha denunciado que «en el CIE de Zona Franca se dan las circunstancias para que haya maltratos».
[3] En mayo de 2013 el Ministerio del Interior, a través de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, denegó la posibilidad de que 24 jueces y 5 fiscales visitaran el CIE de Barranco Seco (Gran Canaria).
[4] En los dos últimos años hemos asistido a la muerte en circunstancias pendientes de esclarecer de Samba Martine en el CIE de Aluche (Madrid), en 2011, quien no recibió el tratamiento adecuado a una persona enferma de VIH porque en el centro no disponían de su historial médico; de Idrissa Djiallo, en el CIE de Zona Franca (Barcelona), que murió con 21 años, la noche de Reyes del 2012, después de haber solicitado atención médica urgente y no ser atendido en el tiempo oportuno; y de Alik Manukyan, quien el 3 de diciembre de 2013, nuevamente en el CIE de Zona Franca “apareció muerto” en una celda de aislamiento.
[5] Campaña por el Cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros, CIEs NO.
[6] Campaña por el Cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros, CIEs NO, ¿Cuál es el delito?, disponible en: ver enlace ver enlace