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Las personas apátridas se enfrentan a una gran desprotección. La nacionalidad no sólo proporciona una identidad, sino que permite a las personas el ejercicio de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Muchas veces la apatridia es la consecuencia de leyes que determinan quién hace parte de la ciudadanía y quién no y tiene una relación directa con los flujos de personas refugiadas.