Desarrollo

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Concepción ética. Su definición ha evolucionado de acuerdo al pensamiento y los valores dominantes de la sociedad. Hasta los años 80 se entendía por desarrollo el crecimiento económico de cada país, considerando que ese crecimiento aumentaba las opciones individuales del ser humano.

En esta década, comienza a evolucionar el concepto. En 1986, la Asamblea General de Naciones Unidas adopta la Declaración sobre el derecho al desarrollo, vinculándolo a la realización plena de todos los derechos humanos y libertades fundamentales.

Posteriormente el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acuña el término desarrollo humano, gracias al trabajo de Amartya Sen y de otras personas que ponen el énfasis en las posibilidades del ser humano. El desarrollo humano es el proceso de ampliación y mejora de las opciones y capacidades humanas (la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y de sus libertades.

Para el PNUD estas capacidades básicas necesarias para el desarrollo humano son: disfrutar una vida larga y saludable, haber recibido educación, tener acceso a los recursos que permitan a las personas vivir dignamente y tener la posibilidad de participar en las decisiones que afectan a su comunidad.

Actualmente se extiende un análisis crítico del paradigma del desarrollo que atiende a múltiples dimensiones. En la última década se han afianzado en Europa las propuestas antidesarrollistas del Decrecimiento, que beben del paradigma del Buen Vivir y de los conocimientos ancestrales y experiencias de pueblos y comunidades. Estas plantean la necesidad de ‘superar’ el modelo de acumulación capitalista como paradigma del desarrollo para poder llevar una vida compatible con el sostenimiento del planeta y con una mayor justicia social.

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Cuando la población vive en condiciones de miseria, el incremento de consumo de recursos y de energía por parte de la población aumenta la esperanza de vida, el acceso a la educación y a mayores índices de felicidad pero, traspasado un umbral, esta correlación desaparece. Las desigualdades sociales se profundizan porque existe una acumulación y un consumo excesivo de bienes por parte de una minoría. Una parte de la humanidad se enriquece a costa de la devastación de los territorios de los que depende la supervivencia de la otra.
Pero no se trata solo de la necesidad de una mayor justicia social, sino también de la asunción de modelos de vida más acordes con los límites del plantea. El sistema económico requiera materiales y energía, y emite residuos y calor a una biosfera que no puede soportar un crecimiento ilimitado. Hasta la fecha, Gobiernos y organismos multilaterales, al servicio de los intereses del capital, presentan una serie de soluciones que obvian estos límites.
No es solo una cuestión de cantidad sino también de cualidad. En la sociedad capitalista no se produce lo que necesitan las personas sino lo que da beneficios a las grandes corporaciones. Vivimos en un sistema que no puede pagar los costes de reproducción social, ni tampoco puede subsistir sin ellos, por eso, esa inmensa cantidad de trabajo permanece oculta y cargada sobre las mujeres.
Tal y como vienen reivindicando ecofeministas como Yayo Herrero, la cultura del cuidado debe servir de inspiración central a una sociedad social y ecológicamente sostenible. Su definición del ‘trabajo de cuidados’ se refiere a las tareas asociadas a la reproducción humana, la crianza, la resolución de las necesidades básicas, la promoción de la salud, el apoyo emocional, la facilitación de la promoción social, etc.
 

Bibliografía

  • Celorio, G.; y López de Munain, A. (2007): Diccionario de Ecuación para el Desarrollo. Instituto Hegoa. Bilbao.

  • Herrero, Y.; y Pascual, M. (2010): Ecofeminismo, una propuesta para repensar el presente y construir el futuro. CIP Ecosocial, Boletín ECOS nº 10, enero-marzo 2010.

  • Herrero, Y.; y González Reyes, L. (2011): ‘Decrecimiento justo o barbarie’, Desarrollo, cooperación y empresas transnacionales. Pueblos, nº 49, especial diciembre 2011.