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Muchas personas refugiadas son perseguidas por su activismo como defensoras de derechos humanos. El exilio de estas personas en un país seguro, con acceso a protección internacional, en condiciones de seguridad y dignidad, les permite en ocasiones seguir ejerciendo su activismo, convirtiéndose en portavoces de las personas amenazadas en origen y de su causa. Así, la protección de las y los defensores refugiados puede llegar a constituir también una herramienta de protección para quienes se quedan, siempre que se logre la implicación y solidaridad de las instituciones internacionales y de otros agentes sociales.