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Según Romero, los conceptos más relacionados con este planteamiento son, entre otros: la soberanía alimentaria de los pueblos, y también su soberanía energética y política; la autonomía de las mujeres y la ausencia de violencias patriarcales contra ellas... “Todos esos son conceptos que, aparentemente están alejados de las cuestiones migratorias, fundarían, en conjunción con el fin de las fronteras, un verdadero derecho a la libertad de movimiento”.No se puede deslindar el derecho a la inmovilidad del despojo, del sistema de acumulación capitalista que vacía territorios para apropiarse de los recursos naturales y de zonas geoestratégicas; pero tampoco puede deslindarse de las dinámicas del sistema capitalismo en destino, donde las personas son evaluadas exclusivamente desde su potencial productivo. Siguiendo las palabras de este autor: “(…) son numerosos los ejemplos de procesos migratorios que conjugan movilidad forzada en origen –para vaciar territorios– con necesidad de una abundante y miserable fuerza de trabajo en el lugar de destino. Actualmente, el mecanismo sigue funcionando: para ocupar millones y millones de hectáreas en África o en América Latina para monocultivos de exportación, para actividad minera y de extracción de hidrocarburos, para construir grandes centrales energéticas, etc., es necesario previamente provocar el desplazamiento forzado de millones de personas. Una parte de ellas sufre la migración interna y pasa a engrosar los abultados números de la población que hace crecer cada vez más los suburbios de las megalópolis periféricas; pero otra parte acaba llegando a los llamados países desarrollados en busca de un futuro”.Esta parte engrosa en Europa y solo y siempre que el mercado laboral así lo requiere mano de obra “más barata y servicial”, que, privada de derechos, asume un rol fundamental para el desarrollo de sectores económicos ‘necesitados’ de una cantidad importante de mano de obra.